El Senado: nepotismo y ausencia de democracia en la cámara tonta
El Senado, un cementerio de elefantes basado en el nepotismo, donde la territorialidad brilla por su ausencia y cualquier parecido democrático es pura ficción.
Jubilados políticos, perdedores de elecciones autonómicas,… con una frenética actividad de 1,8 leyes aprobadas al mes en las dos últimas legislaturas, sólo queda colocar la losa y realizar un responso en cuanto se retire el enterrador.
Fue creado durante la regencia de María Cristina de Borbón en 1834 y lo que se creó como una forma de introducir en el legislativo a la nobleza, la iglesia y nombramientos directos de la Corona, ha evolucionado a lo largo de los años… aunque no tanto.
Hoy en día el Senado es, supuestamente, el órgano democrático, cámara territorial y complemento del Congreso de los Diputados en la tarea del Poder Legislativo. Pero eso ya lo sabemos… si es que el saber puede sustentarse en falacias.
Un Senado contrario a la democracia.
La cámara se compone de 208 senadores electos y otros 58, en un claro acto de nepotismo, a dedil, decididos por los parlamentos autonómicos.
Aunque los senadores adjudicados a dedo por su majestad han pasado a ser adjudicados a dedo por los gobiernos autonómicos, cabe pensar que casi 200 años y 6 constituciones después, a estas alturas el cambio debería ser más elevado.
los partidos pueden colar a quien quieran, por el motivo que se les antoje, no teniendo que dar si quiera explicación alguna a sus votantes.
Más allá de voces que dictan que ese tipo de elección es democrática pues el ciudadano elige a sus representantes en las elecciones autonómicas, el hecho es que los respectivos gobiernos autonómicos seleccionarán a las personas que ocupen el cargo de senador en función de favores, intereses de partido o la necesidad de que cargos locales tengan visibilidad nacional.
La peculiaridad de los senadores de designación autonómica es que los partidos pueden colar a quien quieran, por el motivo que se les antoje, no teniendo que dar si quiera explicación alguna a sus votantes. Estos intrusos democráticos, a su vez, podrán ser sustituidos a lo largo de la legislatura en el momento que al partido le convenga.
Una elección dirigida e interesada.
El que con los años no se haya aunado la forma de elección de los senadores no es por razones de poso histórico… o por falta de interés, sino todo lo contrario.
Es conocido que nuestro sistema electoral premia las mayorías. Cuanto menos senadores haya a repartir, menos fiel a la voluntad ciudadana será el resultado.
Es decir, repartir 208 senadores primero y 58 después es mucho más provechoso para los partidos mayoritarios que repartir 266 senadores, siendo más probable que se impida a otras formaciones acceder al hemiciclo. Es decir, la proporcionalidad, lo que el ciudadano vota, no importa.
Un claro ejemplo de esto es que aún celebrándose las elecciones a las dos cámaras a la vez (Congreso y Senado) muchos partidos van en coalición al Senado pero por separado al Congreso.
Unos prestan sus votos al grande a cambio de senadores que de otra forma no conseguirían y los otros se aseguran con esa suma de votos que consiguen escaño, así como la lealtad de ese escaño regalado.
Cuando la territorialidad brilla por su ausencia.
Una de las principales claves del fracaso territorial del Senado es la conveniencia de los partidos mayoritarios de que dichas elecciones se realicen en clave nacional y no territorial. Ésta debería de coincidir en todo caso con unas elecciones autonómicas, más cercanas al sentir ciudadano y a su propio ámbito.
Otra, que no menos importante, es el problema de Agencia. Las disciplinas de voto y los intereses nacionales del partido se antepondrán siempre a lo que debería ser una representación territorial eficaz.
Todos los senadores de un partido votarán lo mismo independientemente de que los intereses que cada uno esté representando sean opuestos
Debería ser esperable y lógico que por norma general, representantes de provincias como Pontevedra y Bizkaia estén de acuerdo en asuntos de pesca… o Jaén y Zamora en asuntos de primar la despoblación en el reparto de presupuestos.
Sin embargo el acuerdo o desacuerdo nunca tendrá que ver con la territorialidad sino con el signo de sus senadores independientemente de la provincia por la que sean designados. Todos los senadores de un partido votarán lo mismo independientemente de que los intereses que cada uno esté representando sean opuestos.
Una autoridad cuestionada.
Cual padre que dicta ineficientemente “Te he dicho veinte veces que…”, por norma general da igual lo que diga el Senado. Una propuesta de ley aprobada en el Congreso y rechazada por el Senado, volverá de nuevo al Congreso y donde será finalmente aprobada. El senado no tiene autoridad.
El Senado no sirve para nada. Publicación de Escaños en Blanco donde congresistas y senadores de todos los colores proclaman la inutilidad del Senado en su configuración actual.
Da igual lo que opinen los senadores. Por norma general serán obviados, excepto en reformas o aplicaciones de calado como las constitucionales o la intervención de los estados autonómicos, que tuvo su reciente ejemplo con la aplicación del 155 a Cataluña.
Casos que más allá de su importancia, son básicamente extraordinarios y que normalmente ya exigen la aprobación de un 60% del Congreso, luego en estos casos también, y debido a que la predominancia de uno u otro color suele coincidir en ambas cámaras, la aprobación del Senado es casi mero trámite.
Entonces, ¿para qué sirve el Senado?.
A día de hoy, básicamente, para colocar amiguetes pero una cámara territorial puede llegar a ser muy valiosa en democracia, pues más allá de ideologías, la territorialidad es un factor sociológico importante en el día a día de los ciudadanos.
Vivir en terreno montañoso, despoblado, costero, industrializado o turístico precisa de leyes, aplicaciones y prioridades determinadas que no tienen porqué coincidir con el del resto de territorios.
A demás la doble cámara, si su elección fuese realmente democrática y separada de la del Congreso, sería una garantía de que las leyes emitidas por el legislativo se encuentren apoyadas por una mayoría social.
Opciones de voto como la de Escaños en Blanco para dejar escaños vacíos, pueden ayudar al ciudadano a obligar al político a reformular la forma de elección y el funcionamiento del Senado para convertirlo en una auténtica, democrática y útil cámara de representación territorial que complemente una legislación por mayorías.
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