La política del odio: nuestra «democracia» como causa de extremismos

El fomento de la polarización, el exceso de marketing y la falta argumentación en los parlamentos ha fomentado el odio a lo largo de los años, con una «democracia» insostenible de votantes bipolares.

El que ha tenido un perro sabe de lo que vamos a hablar. Sales por la puerta a comprar el pan, vuelves a los dos minutos y te recibe saltando, con nerviosismo y soltando todo tipo de sonidos para llamar la atención, como si hiciera siglos que no te ve.

No, no se nos fue la cabeza. Vivimos la caída del Muro de Berlín y el final de la guerra fría y pensábamos – queríamos pensar- que el mundo ya sería así para siempre.

Sí, vale. Siempre hemos tenido presente la dictadura de Corea del Norte y a Estados Unidos, que cada cuatro años señalaba a un malo que que había que perseguir, pero ¡fíjate!, ¡Hasta Cuba y China estaban empezando a abrazar el libre mercado!.

Pues no.

La pluralidad política y la integración de todas las opiniones dentro del sistema sería un claro amortiguador del auge de los extremismos, devolviendo a la serenidad y el consenso a los ciudadanos.

La oposición rusa envenenada con polonio, el auge de extremismos en Dinamarca o Finlandia, el mismísimo BREXIT, el gobierno de Vicktor Orbán en Hungría, el gobierno de Trump y su asalto en al Congreso o su símil en Brasil con Bolsonaro, el conflicto entre Rusia y Ucrania, el autogolpe de estado en Perú, la medida de Netanyahu para limitar el poder judicial ante su inminente juicio a pesar de semanas de manifestaciones … ¡cuánta manipulación democrática!, ¡cuánto odio!. No será por avisos, pero parece que tenemos el sensor roto.

Cada cierto tiempo nos echamos las manos a la cabeza, saltamos gimiendo desesperadamente y moviendo el rabo como si no hiciese sólo 6 meses que hubiese ocurrido el suceso anterior. Como si estos hechos no estuviesen volviéndose ya habituales y lo que es más grave, quitándoles importancia -cuando se nos pasa la fase “intensita”- por ser esa chispa de la que hablar que necesitamos en nuestra monótona vida. Como si fuésemos sus mascotas.

No debemos extrañarnos del auge de extremismos cuando se está fomentando el odio continuamente y desde hace décadas, para provocar la condensación de votos en dos grandes bloques con el fin de eliminar adversarios.

Basta que un partido se posicione en un tema para que automáticamente su rival se postule en la posición contraria. Conmigo o contra mi. De los míos o mi enemigo. El consenso se acabó. Las palabras sobran y la democracia también. Por otro lado, cualquier competencia será absorbida, integrándola en su programa o incluso robando sus candidatos a golpe de talonario de forma que cualquier elección no binaria quede excluida automáticamente del sistema democrático.

Extracto de resumen de fin de año 2022 donde se mestra el tono general en el congreso de los diputados. Información de rtve.es.

Este entorno, aderezado con una situación económica desfavorable, siempre ha sido un perfecto caldo de cultivo para el auge de extremismos y está pasando no sólo en el mundo -entelequia lejana en nuestro intelecto cotidiano- sino en Europa, en la mismísima España.

Gente que en situaciones normales sería moderada, empática, dialogante… se asienta en el odio como modo de vida.

El odio como modo de vida

Gente que en situaciones normales sería moderada, empática, dialogante… demócrata, empieza a pensar que todos menos él tienen la culpa de lo que le pasa, abraza en el odio como modo de vida. Se sienten atacados, excluidos,  porque lo mejor que te puede pasar como individuo es que “sólo” la mitad de la población le apunte a ti como culpable de la situación opines lo que opines.

Desde Escaños en Blanco apostamos porque la pluralidad política y la integración de todas las opiniones dentro del sistema sería un claro amortiguador del auge de los extremismos, devolviendo a la serenidad y el consenso a los ciudadanos por el mero hecho de tener en cuenta su opinión, por hacer oír sus demandas.

Si somos objetivos ningún partido atiende todas nuestras demandas, sino más bien nos autoengañamos pensando que todas las demandas que cubre un partido son las nuestras. De ahí la importancia de tener un tipo de voto que deja escaños vacíos. No es sólo una forma de control político por parte del ciudadano, sino también una forma de integrar las voces críticas dentro del sistema.

No sólo como una forma de obligar a los políticos a preguntarnos porqué les quitamos poder político y económico, en qué no estamos de acuerdo, sino como una forma de alcanzar un sistema más democrático. Democracia que pensábamos ya tener, que cada día ponemos más en duda y que con su configuración actual ha sido un actor importante en el auge de estos extremismos.

La política del odio: nuestra democracia, causa del auge de extremismos.

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